jueves, 18 de marzo de 2010

Un recuerdo a Miguel Delibes

Cuando se va a cumplir una semana del fallecimiento de Miguel Delibes, Colectivo Iletrados quiere rendir un pequeño homenaje a la figura del escritor vallisoletano. Lo hacemos con un texto que nos ha enviado nuestro amigo y colaborador Miguel Ángel Rubio Sánchez y en el que se acerca a una de las novelas más importantes de Delibes.

Una lectura de Los Santos inocentes

Réquiem eterno para un hombre que en su obra Los santos inocentes supo fraguar la nomenclatura exacta, tanto en el ámbito lingüístico, como en el sentir repercutido de la dialéctica hegeliana, polarizada a través de dos clases de seres humanos, de dos catálogos de personajes, de dos Españas, siempre recíprocas, pero de naturaleza o relación puramente parasitaria.

Miguel Delibes Setién, un hombre de semblante enjuto, adusto y podríamos decir que hasta quijotesco, en su biografía, construida únicamente por el sedimento intermitente que una y otra vez dejaron sus palabras en cada una de sus conversaciones, insistió vehementemente en que, si no había paisaje, no había novela. Pues bien, si hacemos una inmersión hermenéutica en la obra citada anteriormente, encontraremos el primer vínculo explicativo: las gentes, los personajes, esos seres de papel, anhelos e ilusiones quebradizas sufren una reacción o subordinación respecto al paisaje. El ecosistema pauta el comportamiento de todas las criaturas que respiran en su seno, pero no sólo se queda aquí, sino que va un punto más allá, ya que lo que tenemos es un determinismo geográfico que, a modo de metamorfosis, transforma esa naturaleza virginal – en cuanto que llegan los señoritos e imprimen su jerarquía social- en una distopía, en un territorio maldito que ejerce respecto a sus gentes la labor de aniquilación de sus almas y de su ser; o bien mediante una ceremonia sorda y repetitiva los arroja al exilio. En esa tierra castellana, mustia por excelencia, sólo quedan dos posibilidades: incardinarte a ella siendo su vasallo o marcharte para recordarla en cualquiera de sus modos posibles.


Tal y como se comentó más arriba es importante la construcción de los personajes, ya que, de un modo preciso, rebasa la dialéctica maniquea por lo que, como ya hiciese Lope de Vega, los pobres son portadores de altas virtudes como la honradez, la astucia, la discreción, la fidelidad, la lucha… y los ricos, que si bien viven en una España de vidas sombrías, reencarnan en su seno vicios, malas costumbres, hábitos destructivos respecto a su propia naturaleza y a la naturaleza como ecosistema al perturbar y quebrar su equilibrio. Por los motivos reseñados, los pobres pueden vivir en el lugar durante todo el año, porque saben amoldarse, como si se tratase de una enfermedad, al fenómeno distópico que el paisaje ejerce sobre ellos. Pensemos que, en caso de una catástrofe, serían los únicos que podrían sobrevivir, mientras que los señoritos y su séquito, únicamente, pueden vivir porque los pobres les allanan y preparan el terreno que han de pisar y que viene a dejar baldío, como en T.S. Eliot. Si cogemos como referencia una obra como La genealogía de la moral, de Nietzsche, pronto advertiremos que “el bueno” sería el señorito que no tiene más fin que vivir la vida a su modo, mientras que el pobre es “el malo”, porque es el resignado.


No obstante, Delibes sabe darle la vuelta, como buen cristiano, y plantear la figura del campesino como un héroe, tengamos en cuenta que hace proezas y que el supuesto héroe, que sería el señorito, no tendría existencia, sin la previa existencia de su secretario, del pobre. Otorguémosle, pues, a Paco la figura de héroe porque, aparte de las proezas que su olfato le posibilita, tiene la heroicidad de sobrevivir en la Comala vallisoletana. Mención aparte merece la figura de Azarías, porque, como su propia onomástica indica, el azar juega un papel importante en su vida, puro y vivo ejemplo de un ser que convive en equilibrio con el ecosistema, trasunto que el autor utiliza para ejercer una labor de denuncia social y evidenciar de este modo la hipocresía latente de las clases pudientes. Azarías, desde el primer momento es condenado a ser inocente, como así lo llaman, aunque sea él precisamente el encargado de ejercer y ejecutar la sed de justicia que el señorito merece por los atropellos cometidos en diversos mundos (en la familia del mayoral, con Paco en particular y con la naturaleza en general). No podemos dejar a un lado a Régula, cuya onomástica da fe de su comportamiento y acople en el juego narrativo, De alguna manera, si seguimos los pasos a los que deriva la evolución de su fonética iríamos a parar al nombre de “reja” que hace muy buena comunión semántica con el mundo geográfico que a modo de orbe aglutina, pauta y conduce los comportamientos sentimentales de sus criatura, pero, tal vez, lo más importante de esa onomástica es el juego que el propio nombre contrae al quitarle la tilde y dejarlo bailar en la novela: la llamada al orden, equilibrar las tensiones… Quirce también empieza, por su manera de ser, a ejecutar unos patrones conductuales que, por un lado, dan cuenta de su proceso hacia la madurez, pero por otro dan cuenta de un mecanismo de ruptura respecto a lo que los señoritos habían dictado que debía ser así y, además, por extensión a todas las jerarquías.


La denuncia social no es algo que de manera explícita esté en la obra, aunque sí que reaparece de manera perpetua y latente en el corazón de la misma. Traigamos para ilustrar este fenómeno el episodio de la llegada de los señoritos y del obispo y recordemos, asimismo, que el obispo en todo momento está con los grandes y que, en ningún momento, la fe, ni la voluntad lo mueven a visitar a los pobres. El mensaje no es explícito, pero sí latente: debajo de los hábitos se esconde la hipocresía, la sed de intereses, también y tan bien creados. Otra de las escenas que no pueden ni deben caer en el olvido es la de la comunión del nieto. Traigamos a la memoria para poder ejercer la praxis de la crítica constructiva la estampa de la comida por motivo de la comunión: en casa de los señoritos reina un imperante e imperativo silencio donde las miradas ejercen todo vínculo comunicativo, en cambio, en el campo, los pobres celebran en toda hondura el evento, porque para ellos ese motivo ha quebrado todo el flujo reiterativo que las dos jerarquías habían trazado sobre ellos: la del paisaje y la de los señoritos.


El señorito Iván es un ser cuya vida está revestida de una indiferencia que no le deja ver más allá de su egoísmo y que, a pesar de moverse en la altas esferas de la sociedad, es una de las personas más vulgares. Él, como en El poema de Mío Cid, cree ser el rey Alfonso y ejerce un actitud de vasallaje, porque así se la rinden, los pobres que tiene a su merced, pero la turbia y lúcida paradoja que explica su vida también la podemos encontrar en su muerte, pues recordemos que muere en alto, con los pies en alto y a manos de un inocente. Su muerte provocó el forzoso exilio y vuelta a la Raya por parte de Paco y de su familia. Nuevamente reaparece el diálogo intertextual, porque supone la vuelta a su Ítaca, a su centro, a los umbrales de la pobreza, pero sin hijos y sin azarías, aunque sí con las secuelas de los atropellos del señorito. La hostilidad se vuelve superlativa, pero siempre sabrán sobrevivir.


Finalmente, habría que comentar el juego del tiempo. El flash-back o analepsis encuentra su explicación en la última escena donde convergen y empiezan a ser divergentes todos los puntos temporales. Las dos muertes, la del señorito Iván y la de la niña chica, tienen su génesis en una tercera muerte, según Azarías, la de La Milana. La muerte de ese cuervo propicia o desencadena toda la anagnórisis del relato recolocando a todos los personajes en el sitio en el que debían estar, a saber, muertos, en el manicomio, en la ciudad o en La Raya, es decir, en la frontera.

Miguel Ángel Rubio Sánchez

3 comentarios:

Anónimo dijo...

DIOS QUE ES ESO

pepcccc dijo...

HOLA JUAN MANUEL SANCHEZ MEROÑO-
VENDE ESOS CUADERNOS POR INTERNET
29,99$

Miguel Ángel Rubio Sánchez dijo...

Soy Miguel Ángel Rubio Sánchez, autor de este ensayo, y me gustaría dejar mi mail(mars131981@gmail.com) por si alguien quisiera hacer alguna crítica, puntualización o cualquier otra duda que haya podido surgir en el proceso de lectura. Gracias por el tiempo dedicado.