(Por Alberto Caride)
Como decía Basilio, ayer comenzó realmente el taller de Escritura Creativa en San Javier, después de que el pasado martes los miembros del Colectivo Iletrados presentáramos el programa del curso. De este modo, ayer fue el turno de Álvaro Pintado, quien con numerosas referencias a la Teoría Literaria, a grandes escritores y a su experiencia personal nos ofreció algunas claves y trucos para enfrentarnos a la HOJA EN BLANCO, ese primer escollo que se encuentra el escritor en su camino por desarrollar un proyecto más grande. Los alumnos del taller se mostraron en todo momento participativos y con ganas de romper ese primer telón de acero con el que la pureza de la 'hoja vacía' nos mira desde su atemporalidad. Entre las definiciones que los propios alumnos aportaron destacaron las que relacionaban el comienzo de la escritura como un espejo ante el que mirarnos, el inicio de todo creado, el reflejo de la mente, la libertad en potencia, un contenedor de ideas y una mezcla de inquietud e ilusión ante esa nada primera.
De este modo, para romper la virginidad inmaculada del papel Álvaro y un servidor propusimos varios ejercicios. El que sin duda tuvo mayor repercusión fue la realización de un CADÁVER EXQUISITO, un texto compuesto por todos los alumnos del taller, los cuales aportaron cada uno una o dos líneas sin conocer la temática ni la extensión de los proposiciones de sus compañeros. Yo me encargué esta vez de poner orden a todas esas frases, sentimientos, ideas y disposiciones, y el resultado fue bueno, muy bueno. Lo tuve fácil porque las propuestas de los alumnos fueron interesantes, así que decidimos que podíamos hacer una serie de cadáveres exquisitos que iríamos colgando en el blog del Colectivo. Os dejo con la primera de esas creaciones:
CADAVER EXQUISITO NÚMERO 1
El paseo sigue en obras y la abuela se fue volando. Nunca pensé que esto me pasaría a mí, creía que esas cosas sólo pasaban en televisión. Congelar el miedo para intentar descongelar el alma, porque aunque ya lo habíamos planeado todo, de repente cambió de opinión por idiosincrasia colectiva. ¿Para qué vamos a volver?
En ese momento no quería cruzar la calle, pues sabía que su destino al otro lado no iba a ser bueno. Cada vez sentía más miedo y le dijo una cosa al silencio de su alma. Siempre termino cediendo, soy débil, me encanta verla sonreir, siempre termino cediendo. Siempre gano, porque siempre quiero verla sonreir...Sonó el despertador, era tan temprano, pero a la vez tan tarde, que sintió todo el peso de la mañana en su espalda.
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