miércoles, 10 de noviembre de 2010

Crecer hacia abajo

¿En qué momento de mi vida cambiaron sin querer las vocales por cifras, palabras por gráficas de subida y bajada, metáforas por sumas mensuales de servicios de amor-hogar contratados, sueños de vida por una vida en sueños?
Dime por favor, dime en qué momento la cadencia de la rutina cayó como una lápida sobre mis pensamientos de luz.

- La consecuencia del ser barbilampiño –me explica un abuelo. Detrás del minúsculo bigote que sombrea tu labio se esconde el rigor de un vida adulta, la responsabilidad del que se sabe vencido y no se quiere creer maduro; la conciencia del otro, que debe acompañarte durante los millones de siglos de segundos que se alargue tu contrato de vida: 30, 35, 40 años, ¿quién sabe?.

Lo acepto resignado, agacho la cabeza y apadrino al completo el ideario capitalista.

El deseo de firmar el futuro se ha hecho más fuerte, a cambio de ver mi nombre y apellidos impresos sobre un buzón.

Álvaro Pintado González.

4 comentarios:

basiliopc dijo...

Muy buena descripción de esa condena llamada hipoteca. Enhorabuena por el texto.

Anónimo dijo...

Ay, sr. Nadie, qué dura es la vida del adulto. Me contagias el agobio de tu escrito...

M. Cruz

Eric F. Luna dijo...

Qué cierto resulta todo... Bonito escrito ante la irremediable condena.

Sr. Nadie dijo...

Gracias por los comentarios chic@s!! Agradeceré mucho más la aportación dineraria para superar el mal trago de la firma hipotecaria... jaja!