miércoles, 2 de noviembre de 2011

El hambre se come al mundo

“Muere a todas horas gente dentro de mi televisor." (Roberto Iniesta)

Supongo que mientras consulto el Euribor para saber lo que pagaré a final de mes por mi hipoteca, alguien hace lo mismo en África; en Kenia, en Congo, en Etiopía, en Somalia quizá, alguien está mirando un puñado blancuzco, apretado y pegajoso de arroz sobre sus manos. Supongo que esa debe ser su hipoteca para el resto de su corta vida; la mía, al menos, terminará al cabo de 40 años, seguro que antes de jubilarme a los 72.

Supongo que las cifras mienten. El televisor dice que 1.000 millones de personas pasan hambre. 17 millones de africanos viven en la extrema pobreza. 17 millones de vidas. 17 millones de muertos que, supongo, nunca caerán sobre la conciencia de la humanidad. Supongo que después de 2011 años de existencia la humanidad sigue siendo eso, un animal sin conciencia del "otro".

Supongo que no debe ser verdad, que yo soy feliz mientras como contemplando la inmundicia del "otro" en el telediario. Supongo que, en ocasiones, cuando esa inmundicia empieza a contagiarme y no puedo tragarme el trozo de lomo, cambiar a Deportes Cuatro es una respuesta automática generada maquinalmente por mi organismo. Algo así como lo que Pavlov consiguió con aquel perro.

Supongo que la comunidad internacional es como una comunidad de vecinos en la que todos se putean a escondidas, pero nunca se lo cuentan porque saben que de hacerlo se acabaría la diversión. Debe ser que esa 'international community' es un mundo paralelo que, como una línea del tiempo, discurre a lo largo de la historia sin que nunca llegue a tocarse con ese tercer mundo. Un mundo que ni aún siendo tercero podrá colgarse sobre el cuello una medalla de bronce, pues ese cuello no podría aguantar el peso del metal y acabaría quebrándose, quedando descabezado.

Supongo que 'Acción contra el hambre' debe ser una metáfora de algo, porque nadie tiene hambre si mi periódico no lo dice.

Supongo que apadrinar un niño es eso, dar un valium a tus/mis remordimientos, a tu/mi conciencia, y alquilar durante un tiempo el rostro demacrado de un niño en el que se lee -si con tu imaginación apartas las moscas- una sonrisa desesperada en sus labios. Después, supongo, seguiré conectado en Facebook y le dire 'Me gusta' a una foto de mi ex bailando en un after hour.

Confirmo que si el hambre se come al mundo aún en este siglo XXI es porque a todos nos interesa.

Álvaro Pintado González

** Texto escrito a propósito de la presentación, esta tarde en Madrid, del libro ‘Especulación financiera y crisis alimentaria.’

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ágape

Hoy no ha venido nadie a preguntar;
ni me han pedido en esta tarde nada.

No he visto ni una flor de cementerio
en tan alegre procesión de luces.
Perdóname, Señor: qué poco he muerto!

En esta tarde todos, todos pasan
sin preguntarme ni pedirme nada.

Y no sé qué se olvidan y se queda
mal en mis manos, como cosa ajena.

He salido a la puerta,
y me da ganas de gritar a todos:
Si echan de menos algo, aquí se queda!

Porque en todas las tardes de esta vida,
yo no sé con qué puertas dan a un rostro,
y algo ajeno se toma el alma mía.

Hoy no ha venido nadie;
y hoy he muerto qué poco en esta tarde!

César Vallejo