Lucho con una bestia de atroz poderío,
sostengo su asedio con fórmulas rituales
que nadie comprendería,
ancestrales actitudes indefinibles
que en mí crecieron en el peligro.
Ella desea mi servidumbre,
ella observa mi conducta, sumergida,
y cuando bajo al sueño como a una fuente
a reponer mi fatigada vigilancia,
la siento rondar felinamente,
escucho su voz hacerse dulce
para usurpar mi inconsciente albedrío.
A la soledad de las recónditas habitaciones
en la urbe soberbia de luz y sonidos,
a la ventana en que el mar parpadea
sus olas, su movimiento sonoro,
llega, a medianoche, sombrío,
un silencioso animal invisible.
Déjame, bestia, morir, olvidado,
debajo de todos los astros de rubios metales,
déjame solo en mi antigua atalaya
en donde espero desde hace tanto tiempo.
Yo sé tu elixir, tu dulce beleño
que rotura las tinieblas
y ahuyenta los pájaros quejumbrosos.
Pero no quiero tu frío dominio,
tu poderío salvaje educado
en las inaccesibles profundidades.
Retira tu asedio infructuoso
quebrantado por mis secretos ritos.
Desde el fondo obscuro de la tierra
salen raíces que me rodean
y anulan tu persecusión nocturna.
Mañana, quizás, en la alta torre
en donde espero desde hace tanto tiempo,
advenga una alianza que rompa por fin
para siempre tu insomne amenaza.
Ulises Varsovia
1980. Inédito
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