jueves, 25 de agosto de 2011
"Honrarás a tu padre" de Gay Talese
Las películas sobre la mafia han sido en las últimas décadas uno de los subgéneros que más espectadores ha llevado a las salas de cine. Títulos como la trilogía de El Padrino, Uno de los nuestros, o, desde otra óptica, Gomorra, se han centrado en la Camorra napolitana o en la Mafia siciliana. Estos tres títulos se basan en otros tantos libros que describen las interioridades de las organizaciones criminales. En este pequeña biblioteca sobre mafia no puede faltar Honrarás a tu padre.
Se trata de un libro ya clásico del "nuevo periodismo" en Estados Unido, que fue publicado por Gay Talese en 1971 y cuya descripción pormenorizada y realista de la vida de los mafiosos supuso un hito en este subgéneros. La obra se centra en la vida de Bill Bonanno, el hijo de uno de los capos de la Mafia neoyorquina. Si el lector busca narraciones plagadas de tiroteos, persecuciones y juergas Honrarás a tu padre no es el libro que necesita. Pero si se busca conocer mejor el día a día de los mafiosos y sus intimidades e inquietudes, Talese le ofrecerá un retrato fidedigno gracias a una labor de investigación que le llevó varios años.
Otra de las bazas a favor del libro es lugar central que ocupan las relaciones familiares de la familia Bonanno. Los amigos, hijos, tíos y hermanos de Bill juegan un papel primordial en la obra, tanto cuando formaban parte de la organización criminal como cuando apenas sabían del trabajo de Bill. Dos de estos familiares ocupan un lugar fundamental en la vida de Bill Bonanno y sobre ellos Talese escribe decenas de páginas: Joseph, el padre de Bill, y Rosalie, su mujer. El primero ejerce una gran presión sobre su hijo durante toda su vida, mientras que Rosalie tiene que sufrir todas los inconvenientes de convivir (literalmente) con la Mafia metida en su casa.
El libro sabe mezclar en su justa medida las escenas familiares, los tiroteos entre mafiosos, los relatos de los juicios, las estancias en la cárcel de Bill y la Historia de la Mafia. En lo relativo a esta última parte Talese realiza una verdadera labor de historiador, al volver en la búsqueda del inicio de la familia Bonanno hasta el pueblo siciliano del que el patriarca era originario: Castellamare del Golfo.
Estamos, por lo tanto, ante un libro que se mueve entre lo literario y lo periodístico y que da un enfoque de la mafia que 30 años más tarde alumbraría la obra cumbre de la televisión de nuestra época: Los Soprano.
domingo, 14 de agosto de 2011
martes, 2 de agosto de 2011
Los mártires de la Literatura
Los mártires de la Literatura - Basilio Pujante Cascales
La trágica y precoz muerte de Amy Winehouse la ha catapultado inmediatamente a la lista cada vez más amplia de músicos malditos. Kurt Cobain, Janis Joplin, Jim Morrison o Jimi Hendrix fallecieron también tras haber consumido tan sólo veintisiete años de sus respectivas vidas, lo que los ha convertido en lo que el grupo Def con Dos llamaba, no sin mala baba, mártires del rock.
El elogio del cadáver joven está en el ADN de esta música, pero en otras artes también se da este fenómeno de gloria póstuma al que muere sin haberse dejado atrapar por la vejez. En el caso de la Literatura la nómina de autores con una biografía atormentada o con una muerte trágica es amplia, pero sus componentes son quizás menos conocidos por el gran público que los integrantes del panteón del rock antes citado.
Podemos iniciar este recorrido, aunque sin duda existen otros nombres anteriores, con uno de nuestros grandes poetas: Garcilaso de la Vega. Su vida estuvo llena de aventuras, conquistas amorosas y dedicación a las Letras. Sin haber abandonado la treintena falleció tras la toma de la fortaleza francesa de Le Muy, donde, según se cuenta, fue el primero en atacar las defensas galas. Su obra fue editada por primera vez siete años después de su muerte, gracias a su amigo Boscán y a su viuda.
Tras este antecedente hispánico de éxito literario póstumo, debemos dirigir nuestra mirada a Francia, cuna del malditismo en todas sus vertientes. Entre los autores que encontramos en el país vecino se encuentran Rimbaud, por su extrema precocidad, y Genet, por su marginalidad. El primero fue un auténtico enfant terrible del París del XIX por su lírica, por su vida disoluta y por su relación con Verlaine; todo ello sin haber cumplido los dieciocho años. Jean Genet, por su parte, encarnó el prototipo de artista marginal durante una juventud en la que simultaneó la escritura con el ejercicio de la mendicidad, la prostitución y las frecuentes estancias en prisión.
En el mundo anglosajón existen también escritores que engrosan esta lista de malditos; algunos por su trágico fallecimiento, otros porque su gloria literaria sólo fue póstuma. Entre los primeros hay varios que optaron por el suicidio como método para poner fin a su vida, como Virginia Woolf, Ernest Hemingway o, más recientemente, Hunter S. Thompson. Todos ellos habían logrado antes el éxito, lo que se le negó en vida a escritores como Emily Dickinson, recluida en su habitación durante gran parte de su existencia. El norteamericano John Kennedy Toole cumple ambos requisitos para ingresar en el malditismo: se suicidó por los continuos rechazos que su obra recibía de las editoriales. El empeño de su madre logró que una década después de su fallecimiento su libro, La conjura de los necios, fuera un éxito de crítica y público.
Volviendo a nuestro país, si hablamos de escritores que murieron en la cúspide de su carrera literaria no podemos dejar de citar el nombre de Luis Martín-Santos. El autor de Tiempo de silencio falleció, sin haber cumplido los cuarenta años, en un accidente de tráfico. Recientemente nombres como los de Roberto Bolaño o Francisco Casavella se han unido a esta lista maldita, si bien ambos ya poseían una sólida y amplia trayectoria narrativa en el momento de su muerte.
El suicidio de algunos autores también ha influido para que nuestro país tenga su propio panteón de autores malditos. El pintor y literato Pedro Casariego Córdoba murió arrollado por un tren antes de cumplir los cuarenta, dejando una singular obra lírica que merece ser rescatada del olvido. Mayor precocidad mostró el canario Félix Francisco Casanova, que con tan sólo 19 años murió en extrañas circunstancias dejando una más que interesante colección de escritos entre los que destaca su novela El don de Vorace, recientemente publicada.
No podemos terminar este repaso sin mencionar al poeta maldito por excelencia de las letras españolas: Leopoldo María Panero. Su obra poética se encuentra entre las más destacadas de su generación, pero su endeble salud mental ha sido lo que lo ha convertido en símbolo del malditismo. Su experiencia en los psiquiátricos de Mondragón y Las Palmas de Gran Canaria está presente en sus poemas, y tiene su antecedente en otros grandes escritores que tuvieron graves problemas mentales como Nietzsche o el suizo Robert Walser.
Hasta aquí este breve e incompleto recorrido por los mártires de la Literatura, un conjunto de autores cuya aciaga vida o prematura muerte han provocado un interés añadido por su obra.