viernes, 18 de julio de 2008

Viajar con esperanza

Viajar con esperanza es mejor que llegar. Lo importante es la meta o el camino.

Me dispondré a ensayar sobre este tema, a dirigir mis pensamientos hacia esa idea de viajar y llegar, el camino y la meta, reflexionando, interpretándolos como pura metáfora de la vida, el paso del hombre por ésta.


A continuación definiré lo que para mí significan los conceptos emparejados, viajar con esperanza y llegar, identificándolos con los conceptos camino y meta.
Hay unos versos de Antonio Machado "... caminante no hay camino, se hace camino al andar", que podrían definir el concepto de camino, como tránsito que supone avanzar paso a paso, creado por el hombre como ejecutor del acto, a pesar de tropezar con piedras que dificulten el movimiento.
Así mismo, el camino es esperanza, hilo que nos une, queramos o no, a nuestros deseos. Si no tuviéramos deseos, razones para una u otra cosa de cualquier nivel, la esperanza no tendría sentido, no existiría la ilusión y probablemente el hombre, no sería hombre sino una máquina.

La idea de llegar es sinónimo de meta, ambos poseen toda esa carga significativa que desemboca en esa otra idea de fin de trayecto, la ansiada Ítaca de Ulises, nuestra Ítaca.
Ésta es el deseo de todo hombre, pero no nos engañemos, ¿ es lo más importante?. Habrá respuestas de toda índole, pero ¿ viajar con esperanza no es el mejor de los viajes?
No obstante, hay muchos tipos de viaje.
Se puede viajar por placer, por gusto de practicar lo que a voz de pronto se entiende por libertad de movimiento, un ir y venir sin razón; es decir, para viajar por placer no se necesitan más razones que la necesidad de no tener razones, que ya en sí se conforma como razón; por lo que llegar o no, no son más que posibilidades como muchas otras.

Sin embargo, viajar con esperanza es viajar con una razón, otro tipo de viaje, que implica necesariamente haber marcado de antemano ese signo, marca o seña que nos comunique la llegada, que nos anuncie la meta, es decir, ese deseo u objetivo a cumplir, aquel por el que iniciamos el viaje.
Viajar con esperanza es además un continuo aprendizaje, también viajar sin saber muy bien por qué, puede implicar aprender de ese camino; se aprende de lo positivo que vas encontrando, así como de lo negativo, porque nadie dijo que fuera fácil. Todo enseña en esta vida, aunque probablemente enseñe mucho más lo doloroso; lo placentero nos hace sentir bien y enseña pero lo que produce dolor, se nos graba a fuego.
Esta idea se aprecia de forma clara en unos versos de Mario Benedetti " ...En un platillo de la balanza coloco mis odios;en el otro, mis amores.Y he llegado a la conclusión de que las cicatrices enseñan;las caricias, también".

A pesar de viajar con esperanza o sin ella, lo que no es seguro es llegar. Hay quien abandona a medio camino, porque le invade la idea de la imposible llegada. Es decir, viajar con una razón o deseo, meta marcada, no implica que se vaya a llegar, de hecho no siempre se llega. A veces uno se pasa toda la vida viajando y no llega a ninguna parte, el famoso viaje a ninguna parte, y se lamenta y aborrece sus pasos, las huellas dejadas en el camino, incluso se da el caso de querer desandar lo andado.

No es importante llegar, lo verdaderamente poseedor de mérito es el hecho de ponerse en movimiento, de transitar, de tener al menos la ilusión de iniciar el viaje, aunque sólo sea una ilusión, teniendo claro que ese es el camino elegido, lleguemos o no.
Lo importante es la ilusión, aunque de éstas dicen que no vive el hombre, descomunal barbaridad y falacia.
Hay que desear llegar, que no se apague la llamita que se ve al fondo, que no se corte el hilo de esperanza que nos ata a la vida, porque a pesar de no llegar, todo lo que vas experimentando en el trayecto, no te lo puede arrebatar nadie, sólo es tuyo, no hay otra experiencia idéntica a la tuya, no existe, ni siquiera la terrible idea de no haber llegado.

Con todo, hay que hablar en relación a la llegada; cuando uno alcanza la meta, no siempre es como habíamos imaginado, puede que sí, que sea la mejor de las recompensas el llegar, pero, ¿ qué ocurre cuando se llega y te invade la desilusión? ¿ qu´hacer cuando no ha valido la pena la meta? Porque no suena tan disparatada la posibilidad de que la ilusión de la meta, no se corresponda con la meta en realidad, esa imagen creada de la llegada puede que no encaje con la imagen real de ésta.
Entonces te visita la frustración y vuelta a empezar, aprrendes en el camino indudablemente, y ese material es el más valioso de los tesoros del ser humano, pero retornas al punto de salida.

Es mejor el camino, viajar con esperanza, que llegar a la meta.

EME.

4 comentarios:

basiliopc dijo...

Que quede claro que la autora de este breve ensayo es nuestra presidenta Marta. Yo sólo he sido la herramienta para su publicaciòn, debido a la impericia electrónica de la presi.

A. dijo...

Pues a mi me parece que ponerse en marchar y no conseguir nunca nada, no llegar a ninguna parte, mina bastante la moral de cualquiera. Pero coincido en que lo importante es siempre tirar pálante que dicen, porque esto, creo yo, es sinónimo de ilusión, que es siempre lo esencial y lo que no nos roba a nadie ni Dios. Ni aunque se lo propongan.
Un saludo.

Amapola Psicovisceral dijo...

"las cicatrices enseñan, las caricias también...."

sniff sniff

benedetti rey, benedetti amo, benedetti diossssssss...


bueno, y todos los demás iletrados tb ^^

Amapola Psicovisceral dijo...

y respecto a la conclusión final.. bueno, hay gente como yo que se tapa los ojos y corre bien rápido porque el camino no es sino el precio a pagar para llegar a la meta!

la dificultad viene en saber qué es para mí la meta...

1 besitoooo